Juan Toro
12 mar 2024
Más allá de la relación familiar, Cazú Zegers, la madre arquitecta, y Clara Larraín, la hija productora cinematográfica, han encontrado en sus respectivas áreas, espacios comunes.
Desde el aire, la casa de madera es un cuadrado con figuras geométricas concéntricas. Y aunque la estructura está en las faldas del cerro Manquehue, no lo toca, porque se levanta sobre pilares irregulares que parecen un bosque de concreto desde abajo. La llamada “Casa Esmeralda” es una de las obras más personales de la arquitecta chilena Cazú Zegers. La hizo para su madre a pocos metros de su propio hogar. Aquí, a comienzos de enero, se sienta en una terraza que mira al valle de Lo Barnechea junto a su hija, la productora y actriz Clara Larraín, radicada en España, que visita Chile por unos días.
—Nos vemos harto. Viajamos, hacemos esquí juntas, nos encon- tramos como cada dos meses —dice Zegers y recuerda que en noviembre habían estado juntas cuando viajó a Europa por algunos proyectos.
Hoy las conversaciones entre ellas no son solo las de madre hija. Son las de dos mujeres profesionales que se encuentran en proyectos creativos. El primer indicio de eso, vino con “Aullido de invierno”, una película producida por Clara Films, la productora de Larraín, que cuenta la historia de una pareja de adultos mayores viviendo en un espacio aislado de la Patagonia. El póster promocional fue un dibujo de Cazú Zegers.
—Estábamos diseñando el póster, habíamos probado varias cosas. Es parte documental y parte ficción, quería mostrar eso en lo gráfico, cuando encontré en el computador, azaroso, este dibujo de una casita de mi mamá —recuerda Larraín.
La cruza entre arquitectura y audiovisual comenzó en la pande- mia. Clara Larraín estaba trabajando con el director Shawn Garry y fueron al sur de Chile a documentar tres de las casas hechas por Cazú Zegers.
—Como tiene esta arquitectura tan linda... vamos usando a veces estos espacios.
—Después yo le pedí a Clara que mostrara una casa porque quería encontrar... que los proyectos se mostraran con una propuesta más conceptual y entender la arquitectura desde la narrativa que tiene. Hicieron un trabajo increíble —dice Zegers en referencia a una pro- ducción que contaba la historia de la casa Llu, un lodge familiar en el lago Maihue, construida para una familia italiana y pensada para relacionarse con la lluvia de la zona, inspirada en las carpas.
Esa experiencia, cuentan, llevó a la creación de un nuevo proyecto, “Arquitectas del sur del mundo”, una serie donde se contará el trabajo de diferentes arquitectas de Sudamérica y comenzará con un capítulo sobre Cazú Zegers. Todo mientras Clara Larraín se encarga de las comunicaciones de la oficina de su madre:
—Separamos la relación profesional de la familiar. No porque sea mi mamá voy a ir fuera de conductos regulares, hay maneras de operar que se respetan.
—Lo hemos mantenido muy bien, el profesionalismo —dice Zegers.
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La colección completa en VHS de Star Wars era un básico en la casa mientras crecía Clara Larraín, además de las salidas y trecking al aire libre. Su madre, recuerda, era y sigue siendo, una fanática de la ciencia ficción.
—Todos los universos futuros le encantan... te encantan —dice Larraín y mira a su madre en el sillón del lado. Cazú Zegers le responde:
—Completamente. Recuerdo que cuando viOdisea 2001, como a los 15, casi me morí. Mepreguntaba por el monolito y hoy lo uso muchoen mis charlas, como analogía, porque después uno va entendiendo lo que quería decir Kubrick... Mi interés por la arquitectura tiene que ver con el ser humano y el existir con un planeta. Hay mucho de filosofía ahí, de reflexión poética, de entender por qué habitamos un lugar, hacia dónde vamos y el sentido del existir.
Esa motivación de la creación de universos es algo que la dupla de Zegers y Larraín han decidido explotar en “Numana”. Se trata de una serie de ciencia ficción producida por Clara Films, bajo la idea origi- nal de Soledad Velasco y Jesica Aran, para la que Zegers diseñará un universo distópico.
—De lo que estamos haciendo juntas, es probablemente el desafío más novedoso para mi mamá. La creación de un universo. Porque los personajes de la serie tienen que habitar un espacio que es “real”, con sus propias reglas y normativas —dice Larraín.
—Claro, eso me desafía, me obliga a aplicar toda mi capacidad creativa. Es un súper desafío. Es una plataforma distinta, pero yo soy una artista que usa de plataforma la arquitectura para la expresión. Y en toda mi obra es fundamental el pensamiento previo.
—¿No quiso inculcarle la arquitectura a Clara?
—Casi nunca hablé mucho de arquitectura en la casa...
—¿Perdón? —interrumpe entre risas Larraín y sigue—, sí hablaba. Pero yo tenía un tema, me daba mucha lata. Mi mamá era la arqui- tecta de la casa, yo no quería heredar su oficina, con su nombre y tratar de replicarla, ser una Cazú chiquitita.
—¿Aunque es común la firma familiar de arquitectura?
—Yo no quería. Mis dos papás son medio personajes, siempre fui la hija de la Cazú y la hija de Rafael (Larraín, académico de Agrono- mía de la Universidad Católica). Y genial, hay una época en la que uno es la “hija de”, pero yo siempre quise mi espacio personal donde no hubiera influencias de nadie.
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Clara Larrain estudió diseño en la Universidad Católica y al mis- mo tiempo actuación por las noches en la escuela de Fernando Gon- zález. Mientras estuvo en la universidad, no dijo que su madre era Cazú Zegers:
—Después comencé a producir y fue un espacio rico de caminar sola. Con el apoyo de mis padres obviamente, pero en mis paráme- tros. Pero yo le pido muchos consejos a mi mamá de lo que es ser
independiente, cosas cotidianas y tomar decisiones difíciles, en el medio artístico hay un componente más intangible, emocional de las cosas. Es muy rico poder hablar con mi mamá y poder pedirle conse- jos en eso que ella tiene experiencia.
—Hay una retroalimentación que es rica. Y como la Clara está haciendo una carrera internacional, donde el mundo es su territorio y yo hice una carrera desde Latinoamérica. Es interesante porque se abren distintos puntos de vista.
La colaboración que han podido hacer profesionalmente, aseguran ambas, ha sido posible por los paralelos que encuentran entre sus áreas de trabajo.
—Colaboramos un montón porque el lenguaje arquitectónico también nace de una narración. Es muy parecido al cine en ese senti- do, trabaja con un espacio y el cine también construye estas atmósfe- ras, que también se hace en la arquitectura. Es un diálogo. Y ella no quiso ser arquitecta, pero es mucho más lindo ahora que haya un diálogo entre disciplinas. Nos retroalimentamos un montón.
La clave para mantener un buen trabajo entre madre e hija, ase- gura Clara Larraín, está en que ninguna trabaja para la otra:
—No tenemos una relación de dependencia y eso nos mantiene autónomas. Nos invitamos a colaborar en un proyecto o nos hacemos asesorías, pero no tenemos esa asimetría laboral, que quizás podría ser más problemática.
—Y para usted Cazú, ¿cómo ha sido entrar en el espacio au- diovisual?
—Es un desafío fascinante. Te permite mirar desde otro lugar. También encuentro que repetir fórmulas que uno conoce es terrible. Y esta relación madre e hija a través de las profesiones y las miradas ha sido fascinante. Siempre hay un cuidado, respeto y ahí hay mucha seguridad desde la que se puede explorar.
—También porque no está partiendo de cero —dice Larrain—, porque en el fondo, si ves la carrera de mi mamá parece solo la obra construida, la estructura, pero ella tiene una metodología, una manera de pensar, de hacer, que se puede aplicar a cualquier área, acualquier disciplina.
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Recorrer volcanes, un pasatiempo de Cazú Zegers, la llevó a crear el proyecto de la “Ruta Pehuenche”, que desde la etnoarquitectura busca fomentar el turismo en torno a cinco volcanes del sur de Chile.
—Me interesa el ser humano y me interesa el planeta y la identi- dad de Chile como país. Por lo tanto, me interesa ayudar a la cons- trucción de un mundo mejor. Al final de eso se trata, de cómo lo hacemos con belleza, sin depredar.
—En una entrevista de 2013 dijo que su trabajo era invisible en Chile, ¿quiere que tenga un aspecto más social?
—Lo hago, permanentemente. También se me acercaron ahora unos pobladores de una toma para que los ayude a armar sus vivien- das dignas. La interdisciplinariedad en esto es clave. Por ejemplo, cuando se arman proyectos de explotación minera, si se pudiera hacer con paisajistas, arquitectos, naturalistas, sociólogos, los equipos serían muy distintos y se podría hacer algo no depredativo.
En la carrera de Clara Larraín, esa idea de llevar proyectos que tienen un discurso que busca conectarse con la sociedad también se ve. Aunque ella asegura, no ha sido algo que buscó activamente:
—No tengo un gran plan detrás de lo que ha pasado, hay un amor por la excelencia y el trabajo bien hecho. Para mí es importante que los proyectos se vean, que se comuniquen y que no queden guarda- dos en un disco duro en un cajón, me parece que es parte del ciclo de vida de una obra cinematográfica. Me gusta decir que en mi oficina somos agnósticos del género cinematográfico, porque me interesan los cruces.
—¿Es una necesidad del arte la relación con contexto externo?
—A mí me interesa la interacción con el público y las preguntas que abre el arte, las conversaciones que abre. Me interesa generar propuestas, cuestionar y que eso abra espacios de incomodidad, de cuestionamiento y creo que eso se genera al estar en contacto con el público. No estoy diciendo que es la única manera o la verdad, sino que es como yo hago las cosas.
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Una similitud que ven entre sus carreras Clara Larraín y Cazú Zegers, es que ambas lograron avanzar en áreas que tradicionalmente estaban dominadas por hombres.
—Nosotras nos reímos, porque la producción de una película y de una obra arquitectónica tiene similitudes también. Hay departamen- tos, especialistas, un espacio piramidal súper patriarcal. En la serie “Arquitectas del sur del mundo”, se une esta idea de género, porque son directoras mujeres en diálogo con mujeres arquitectas y desde esa narrativa mostramos el mundo. Desde un ojo femenino, y cómo las mujeres latinoamericanas vemos nuestro propio territorio —expli- ca Larrain.
Pero la idea de mujeres abriendo camino en diferentes áreas, dice Cazú Zegers, no es nueva en la familia:
—Creo que es algo que una trae. Lo veo como un linaje de las mujeres de nuestra familia. Mi madre, en su época, rompió barreras, fue emprendedora, creó una fundación con una repercusión increíble (La semilla). No sé cómo llamarlo, pero hay algo que viene contigo y que te hace ver las barreras de género... como que no existen. No haces las cosas por romper barreras necesariamente, es porque quie- res hacer las cosas de otra manera y solo abres el camino.
—¿No es algo que se enseñe?
—Como que viene en el ADN. Clara Larraín agrega:—También tiene que ver con una educación más feminista, en que hay un valor en el ser profesional, ser mujer, emprender y hay un apoyo a eso. Es un privilegio para mí haber crecido en una casa con una mamá que trabajaba y tener este referente femenino con una carrera profesional potente. Porque eso me hizo ver que esto es posible. Es importante que las mujeres veamos cada vez más mujeres tomando decisiones de la vida que quieren seguir. Los referentes son súper importantes y necesarios. También la representación, como en el cine, cómo representamos a las mujeres.
En los espacios creativos particularmente, dice Cazú Zegers, el aporte de las mujeres tiene otro valor:
—La mujer abre otros espacios, otra manera de hacer las cosas y de mirar. Abre campos creativos completamente nuevos y distintos, que no son ni mejores ni peores que los de los hombres. Es fascinan- te, yo uso mucho un poema de Rimbaud para hablar de esto. Él dice que está aburrido de los poetas de su época porque el poeta debería ser el vidente, que abre lo desconocido, pero que se han domesticado. Y entonces dice que volverán tales poetas, cuando la mujer rompa su infinito servilismo a los hombres. Anunciaba él ya en ese momento lo que pasa hoy, en que es necesario este diálogo entre lo femenino y masculino, el equilibrio.
—¿Y ya estamos en ese punto?
—Creo que las generaciones nuevas vienen con otro formato. Ojalá alcancemos a dar la vuelta.